Ovalle 185 años: La capital del Limarí en medio de la sequía más grande que se tenga memoria

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    Ovalle 185 años: La capital del Limarí en medio de la sequía más grande que se tenga memoria

    Durante estos últimos años, posiblemente como nunca antes en nuestro medio, se ha escrito tanto sobre la sequía que desde hace más de una década afecta a nuestra región, y en particular, a la comuna de Ovalle.

    Testimonios, datos y diferentes visiones han sido manifestadas muchas veces como voces que se dan a conocer sobre una realidad desesperante y que tiene a la agricultura local en medio de una situación ciertamente crítica.

    El cambio climático, con el consiguiente aumento de la temperatura global que se viene registrando desde hace medio siglo, es el culpable al que la mayor parte de la comunidad científica apunta. No obstante, tampoco queda fuera la acción humana, pues ésta, a través de ciertas prácticas agrícolas y de un uso abusivo del recurso hídrico, también termina afectando el entorno, generando lo que se conoce como desertificación.

    La comuna de Ovalle, extenso territorio que contiene un fuerte componente de paisaje y ambientes rurales, es una muestra fehaciente de esta situación, donde la degradación de sus suelos se extiende desde el sector Secano o Borde Costero hasta la sección oriental del valle del Limarí, y desde la denominada Meseta Sur, hasta las serranías del área norte de la comuna que la separan de la provincia del Elqui.

    Ovalle en medio de la crisis climática

    Recientemente, el gobierno de Chile actualizó su estrategia y Plan Nacional de Lucha contra la Desertificación 2016-2030, ante la Convención de la ONU que coordina este tema.

    Los datos son preocupantes: el 22% de la superficie del país presenta en algún grado síntomas de desertificación, el 80% muestra signos de degradación de suelos y el 72% presenta efectos de sequía. La acción de estos problemas combinados afecta al 76% del territorio nacional.

    La situación es particularmente grave entre las regiones de Coquimbo y Biobío, con particular incidencia entre las regiones de Coquimbo y O’Higgins, donde Ovalle queda literalmente en la “zona roja”.

    Rogelio Rodríguez, geógrafo de la Municipalidad de Ovalle, comenta que esta situación se explica en primer término por los cambios climáticos vividos, donde en el caso local, el denominado Anticiclón del Pacífico, enorme masa de altas presiones que evita el ingreso de los sistemas frontales que vienen desde el sur, y que se ubica frente a las costas del norte de Chile y sur del Perú, ha estado más estable respecto a épocas anteriores.

    “Últimamente el anticiclón del Pacífico y la alta presión de la Puna de Atacama, se ha mantenido demasiado estable en las últimos décadas. Ello ha impedido que las bajas presiones que vienen del sur se sigan desplazando más hacia la zona norte, generando una barrera climática que ha evitado que las lluvias lleguen con intensidades a las regiones de Coquimbo y Atacama”, señala.

    ¿Pero por qué pasa esto? Según Rodríguez, la explicación hay que buscarla en la acción humana.

    “Yo lo asociaría al tema del calentamiento global, pues esta intervención de la atmósfera ha generado que estas masas de aire de alta presión, se mantengan más estables y más rígidas”, asegura.

    Menos agua… pero más cultivos

    Con la disminución progresiva del recurso hídrico, la lógica hubiese sido por tanto, racionalizar el uso del agua frente a las demandas crecientes de la ciudad – Ovalle en este caso – y de la actividad agrícola, en especial, por parte de los grandes propietarios. Pero eso no ocurrió, sino todo lo contrario.

    “Aquí se sacó mucha leña, se hizo sobrepastoreo, hay que recordar que aquí se cargaban trenes para las funciones del norte. Eso llevó a la deforestación y se fue degradando el sistema”, señala el jefe provincial de la Corporación Nacional Forestal, Conaf, Rodrigo Hernández.

    Hernández agrega que este componente histórico “sumado al problema climático, más la acción del hombre y la disminución de las lluvias, a todo ese proceso se le llama ‘desertificación’, y es un proceso que es provocado por el hombre, asociado al clima y en el que los suelos empiezan a ser desiertos”, agrega.

    Reinaldo Ruiz, delegado presidencial para los recursos hídricos, completa el dato señalando que “en los últimos 25 años la demanda por agua en Chile se ha multiplicado por tres, lo mismo que se ha multiplicado por tres la producción nacional, y como nosotros dependemos mucho del agua en todo lo que producimos y exportamos, tenemos que prepararnos para una mayor escasez de agua frente a una economía que va a seguir creciendo”.

    Por otra parte, Eduardo Rozas, ingeniero hidrogeólogo y master en Geología, explica que “la demanda de agua es mayor que la oferta en estos momentos, y esto no tiene un apoyo técnico”.

    Frente al escenario que vive Ovalle, Rozas pone como ejemplo, el trabajo que se realiza en Israel, donde, señala que “las instituciones equivalentes a Indap o Inia, son las que mueven la agricultura, pero aquí ellas solamente reciben los resultados de ésta. Es al revés”.

    “Allá ellos le dicen al agricultor, ‘este año que viene, usted debería sembrar esto, plantar aquello, cultivar esto, porque el precio va a ser X. Pero acá el asunto es al revés. Los agricultores trabajan solos y más que nada, las instituciones son ‘estadísticas’, ven solo el resultado final”, comenta.

    Además, agrega que este problema se ve agravado también por el descontrolado crecimiento urbano, que a mayor demanda de agua, menos capacidad existe para reponer el recurso, y a menos precipitaciones, más rápido se despilfarra. “No existe ninguna planificación al respecto”, señala.

    El desafío de Ovalle: enfrentar el escenario

    Bajo ese escenario, la ciudad de Ovalle y su región agrícola circundante deberá adaptarse a una situación casi permanente, en donde, no sólo el área rural, sino también el sector urbano, también puede verse afectado.

    “Necesitamos una mayor regulación respecto al uso del suelo. Lo que hemos dicho es que el recurso agua tiene que estar asociado también a la forma en que utilizamos el suelo, no puede ser una cosa independiente, y sobre todo cuando se refiere al uso para fines agrícolas, porque la agricultura requiere mucha agua, y por tanto hay que establecer los balances hídricos: cuánta agua tenemos disponible y cuánta agua podemos usar”, señala el delegado presidencial, Reinaldo Ruiz.

    El profesional añade que al presionar en exceso la cantidad de agua disponible puede originarse un conflicto, pues “rápidamente eso va a chocar con otros actores que también requieren el agua. Entonces por eso hemos establecido que en cada cuenca y en cada área agroecológica, debería establecerse estos balances hídricos: definir cuánta agua se necesita, para qué cosa, y si tenemos el agua disponible”.

    Por su parte, Eduardo Rozas explica que aún “no se ha entendido el tema a cabalidad”.

    “Por ejemplo” explica, “en Israel, todos los canales están entubados; de hecho, no hay canales, hay grandes tuberías que transportan el agua. Esto es otro error de la agricultura local. Toda esta tecnología que usamos actualmente es de hace 50 o 60 años atrás. En resumen, se necesita un cambio muy grande, porque si no, esto se va para abajo, y después afectará a sectores como el mercado del trabajo, con la consiguiente falta de empleo agrícola”.

    Rogelio Rodríguez, geógrafo del municipio ovallino finaliza con una reflexión. “El ser humano quiere hacer negocios con la tierra, desarrolla agricultura, compramos derechos de agua, crecen las ciudades, pero después el agua se acaba, pero ya no nos quedará agua que comprar, aun cuando tengamos dinero”, afirma.