ESPECIAL ANIVERSARIO 26: Una historia entre dos terremotos

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    ESPECIAL ANIVERSARIO 26: Una historia entre dos terremotos

    Justo hace 18 años, la mañana del 15 de octubre de 1997, Ovalle y gran parte de la provincia de Limarí se encontraban en el suelo.

    Un fuerte terremoto de 7,1 grados en la escala Richter, con epicentro en la comuna de Punitaqui, había sacudido la noche anterior a la provincia, dejando un saldo de ocho personas fallecidas, casi 60.000 damnificados y decenas de viviendas y edificios derrumbados.

    Entre esas dependencias afectadas, se encontraba el viejo edificio que por ese entonces, albergaba las instalaciones de nuestro diario, al final de calle Libertad.

    Precisamente ese día 15 de octubre, El Ovallino cumplía 8 años de existencia, y su aniversario llegaba en medio de una las tragedias más recordadas por la población ovallina y que dejó incluso, damnificado a nuestro medio, pues el edificio que albergaba la sala de prensa y oficinas administrativas quedó inhabitable. Trabajar allá adentro era un peligro.

    Así lo recuerda el entonces director del diario, Marco Antonio Sulantay, quien relata que el sismo los pilló en medio de una actividad del aniversario.

    “Creo que eran las 2 de la mañana cuando llegamos al diario. Llegaron algunos muchachos del personal, la puerta de entrada estaba trabada, pero vimos que la vivienda había quedado completamente inhabilitada. Había un par de murallas que estructuralmente estaban separadas, destrucción total, y todos los escombros habían caído encima de los computadores” cuenta, ante lo cual, el trabajo periodístico debió organizarse como se pudo.

    “Hicimos un plan de contingencia y cada uno se reubicó como pudo y en mi caso personal, viajé a Coquimbo, a la imprenta, y ahí habilitamos un sector donde estuvimos haciendo, diagramando, editando e imprimiendo el diario durante alrededor de uno o dos meses”, explica.

    Lo cierto señala Sulantay, es que si hay algo que nunca este profesional va a olvidar es el aspecto que tenía Ovalle a pocos minutos de haber ocurrido el terremoto.

    “En el centro de la ciudad parecía como si hubiese pasado un huracán. Recuerdo la calle Vicuña Mackenna, donde está ahora el supermercado Santa Isabel, estaba llena de vidrio, las tiendas con todas sus vitrinas quebradas, e incluso habían algunas personas que estaban robando también (…) las calles estaban llenas de polvo, por todas las cornisas y las paredes que se habían caído”, comenta.

    Tras el terremoto en Punitaqui, varias autoridades se hicieron presentes en la comuna, la más afectada de todas. En la imagen, se ve al entonces alcalde Blas Araya mostrando los daños al entonces ministro de Obras Públicas, Ricardo Lagos, y al Subsecretario del Interior del gobierno de Eduardo Frei, Belisario Velasco.

    La tierra está viva

    Minutos después de las 22.00 horas del 14 de octubre de 1997, un movimiento de carácter oscilante, que cada vez iba alcanzando más fuerza, y que tuvo una duración de casi dos minutos, comenzó a generar pánico entre los ovallinos.

    El origen de toda esta energía que sacudió a la provincia, se ubicó en un punto en el camino entre Punitaqui y Ovalle (a 8 kilómetros de la comuna de los molinos, y a 22 kilómetros de la capital limarina), a 56 kilómetros de profundidad, en el interior de una falla geológica que se ubica en el sector.

    Rogelio Rodríguez, geógrafo de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, recuerda que nuestro país se haya ubicado sobre la denominada Placa Continental Sudamericana, y que frente a ésta, la Placa de Nazca que avanza desde el oeste, choca contra la placa continental y se hunde bajo ésta, generando los terremotos.

    “A medida que la placa de Nazca se va hundiendo, se va produciendo un roce, generando que estas placas se atasquen. La placa de Nazca, al no poder seguir bajando, hace que se empieza a acumular energía por la presión que se va ejerciendo, hasta que en un momento se quiebra, se suelta, y pasa con fuerza hacia abajo”, explica.

    Rodríguez indica que “al momento de ocurrir esto, la placa continental, donde está Chile vibra, y esta vibración la sentimos en forma de terremoto”.

    Respecto a las llamadas réplicas que siguen al gran terremoto, éstas se generan por el proceso de acomodación que sufre la parte de la placa de Nazca que se ha situado bajo la placa continental, proceso que puede durar varios meses o más de un año.

    Rodríguez explica además, que un sismo generado a gran profundidad – el de Punitaqui fue a 56 kilómetros y al interior del continente – tiende a liberar “energía mucho mayor y destructiva en una área mayor. Los sismos que son más superficiales provocan también un fuerte impacto, pero en regiones más acotadas”.

    Y si bien, todo depende de la amplitud de la onda sísmica, y su efecto en el terreno, no es de extrañar entonces, que Ovalle, más aún Punitaqui, y el resto de la provincia, hayan presentado enormes daños, mucho más que lo ocurrido el pasado 16 de septiembre.

    Luego de los primeros días de la emergencia, la ayuda comenzó a llegar de todo el país e incluso del extranjero. En la imagen, mediaguas recién llegadas y próximas a ser entregadas a los damnificados.

    Noche de pánico

    Gobernaban las dos comunas más afectadas en ese entonces, Alberto Gallardo en Ovalle y Blas Araya en Punitaqui. Por su parte, Laura Pizarro estaba al mando del gobierno provincial.

    Esta última comuna fue la más afectada por el movimiento telúrico. La situación era desastrosa: seis fallecidos y prácticamente todo el pueblo de Punitaqui en el suelo.

    “Era un infierno, porque todo estaba botado en el piso, pero nos ayudaron de distintas partes del país y también incluso, la ayuda llegó desde el extranjero, como Cuba. Yo me voy a morir, pero nunca me voy a olvidar de eso”, señala el entonces edil de Punitaqui, y hoy concejal de la misma comuna, Blas Araya.

    Horas después de ocurrido el terremoto, se formó un Comité Regional de Emergencia, liderado por el entonces intendente, Renán Fuentealba, quien rápidamente inició las labores de atención para superar la emergencia y preparar lo que sería el futuro plan de reconstrucción, a través de un catastro de daños, donde participaron personal de distintas dependencias públicas, especialmente del área construcción y del área social.

    El entonces alcalde ovallino, Alberto Gallardo recuerda que “la plaza de Ovalle se trizó prácticamente toda, pues se levantaron las baldosas, se quebró la pileta de agua, había daños estructurales en casi todo el comercio del centro de Ovalle, especialmente, y para que decir el deplorable estado en que quedó el casco histórico”, afirma.

    A esa situación se sumaba la desastrosa situación de escuelas, colegios y viviendas, contándose por centenares los daños, muchos de ellos irreparables.

    “Había sido el terremoto más grande que había habido en Chile, por lo menos en esos últimos diez años. Recuerdo que todos los matinales, todos los canales de TV, el gobierno regional y central se apostó y se organizó para estar ahí en Punitaqui, tras el terremoto”, señala Marco Antonio Sulantay.

    No obstante, uno de los mayores momentos de pánico y miedo que vivió la población fue cuando comenzaron a circular rumores de que la cortina del embalse La Paloma podía haber sufrido algunas fisuras producto del sismo, justo cuando el embalse se hallaba a plena capacidad tras un año fuertemente lluvioso, como fue 1997.

    “Junto con la gobernadora Laura Pizarro, veíamos con mucha preocupación el tranque La Paloma, pues desconocíamos si había una fisura en la cortina y que a causa de eso podía reventar y toda esa agua podía trasladarse hasta Ovalle y arrasar con la ciudad”, indica Alberto Gallardo.

    El ex edil ovallino señala que “ese rumor lo dieron a conocer las radios en Santiago, y se generó un pánico tan grande en la ciudad, que la gente se fue a pasar la noche a la parte alta de Ovalle”.

    Por su parte Sulantay confirma esa situación y señala que “la gente de las poblaciones bajas de Ovalle y de la zona céntrica básicamente, la primera noche la pasaron en la zona alta, en la Cobresal, en la José Tomás Ovalle, porque se tenía cierto temor de que el tranque no soportaría la magnitud del terremoto, más aún cuando ese año fue muy lluvioso y la cortina del embalse estaba con sus compuertas abiertas”.

    Pasadas las 22.00 horas del 14 de octubre de 1997, un fuerte terremoto 7,1 grados Richter azotó a la provincia. 

    Trabajo mancomunado

    Tras el periodo de la emergencia vino inmediatamente la reconstrucción de la zona.

    Ayudó en ese sentido la declaración de Zona de Catástrofe por parte del Ministerio del Interior que implicó el desvío de recursos a la zona afectada, y que incluyó un proceso de levantamiento de información para atender la catástrofe.

    “Tuvimos que hacer clases en mediaguas, debajo de un árbol tapados con malla rachel, pero luego generamos un plan de reconstrucción y eso es lo más importante que tuvo la municipalidad de Ovalle, ya que ideamos dos instancias; una, encargado de lo que era la emergencia, y otra encargada de seguir con los proyectos tradicionales para no quedarnos atrás, porque si no en vez de alcalde, me iba a transformar en jefe de emergencia”, señala el ex alcalde Gallardo.

    “Después postulé los proyectos para reconstruir la plaza, y como no teníamos donde dejar los escombros de la ciudad, abrí la costanera, y por ahí, saqué todos los camiones, los buses y la locomoción colectiva y de ahí pudimos lanzar los escombros en el río, porque no teníamos donde botarlos”, agrega.

    El ahora consejero regional destaca la recuperación de otros edificios que quedaron dañados como la Feria Modelo, decenas de escuelas, o la construcción del edificio de los servicios públicos frente a la Plaza de Armas.

    No obstante, otros edificios como el ex Teatro Nacional – ahora Teatro Municipal de Ovalle – tuvo que esperar largos años para su definitiva restauración.

    Entre medio por supuesto, no faltó la queja de afectados y autoridades de la época sobre la lentitud de la ayuda entregada, e incluso, como lo señala el propio ex alcalde Gallardo, quien indica que en algún momento, autoridades centrales intentaron “bajarle el perfil” al sismo.

    “Con más claridad, empezamos a evaluar y levantar la información, información que fueron discusiones con las autoridades de la época, porque algunos decían que era sólo un temblor fuerte, para desperfilarlo. No fue así, y el tiempo nos dio la razón”, señala.

    No obstante, en su rutina diaria marcada por el terremoto, Marco Antonio Sulantay tiene una visión diferente de esos días, señalando que “las autoridades del momento, fueron muy profesionales. Recuerdo que en la gobernación se apostó la Onemi nacional, con su famoso ex director Alberto Maturana. Se hicieron comités de emergencia, se trabajó muy bien”.

    El ex director de El Ovallino rescata además la transversalidad con que se trabajó en esos días, comparando un poco aquel momento con lo que se ha vivido en las tragedias de los últimos años.

    “Recordemos que en se momento había un alcalde comunista en Punitaqui, había un alcalde RN en Ovalle, la gobernadora era una reconocida dirigente histórica de la DC, el intendente, otro personaje histórico de ese partido, pero en las mesas de emergencia, nadie hablaba de política, todo era muy relacionado con lo que era la emergencia propiamente tal”, asegura.

    Sulantay agrega que “se trabajó mancomunadamente frente a esa tragedia. Ahora siento que se antepone lamentablemente lo político primero, pero ese tipo de cosas no ocurrió en ese momento, y por eso es bueno recordar ese espíritu de colaboración”.

    En Ovalle, también se sintió con especial violencia el terremoto, dejando tras de sí, una estela de edificios y viviendas dañadas. En la imagen, la iglesia San Vicente Ferrer presentaba serios daños tras el sismo de 1997.

    Volverá a ocurrir

    El saldo final fueron más de 8.000 viviendas derrumbadas o seriamente afectadas, además de los ya nombrados edificios públicos con daños e infraestructura económica y productiva seriamente afectada.

    El terremoto de Punitaqui ha sido uno de los más destructores en cuanto a su área de afectación respecto a otros eventos semejantes, ello, por el efecto generado por la amplificación de la onda sísmica en el terreno y en especial, debido a la mala calidad de los materiales de construcción que predominaba en aquellos años en la provincia, como es el adobe.

    18 años después, cuando nuevamente somos testigos de un nuevo movimiento telúrico, esta vez, varias veces mayor al de 1997, la primera impresión es que la ciudad y sus alrededores aguantaron de mejor forma este último desastre que tuvo su epicentro en el mar, frente a la comuna de Canela, en la provincia del Choapa.

    Y al igual que hace esos años, un equipo de profesionales tuvo la misión de llegar con una grabadora y cámara en mano a los lugares más afectados. “Es una gran anécdota contar donde nos pilló el terremoto, y creo que todos lo vamos a recordar. Lo importante es que como si fuera una alarma, todos llegamos al diario con la claridad de que había que informar.

    Fue una odisea sacar el diario al día siguiente del 16 de septiembre, pero lo hicimos. Después todos nos pusimos las botas y recorrimos toda la provincia, hasta a Illapel y Canela llegamos, nuestras Fiestas Patrias se convirtieron en días agotadores y llenos de trabajo, pero sé que cada uno de este equipo de trabajadores del diario tenía la misma convicción, de informar lo que ocurría en nuestra zona y de mantener al ovallino, montepatrino, combarbalino, punitaquino y riohurtadino informado de lo que sucedía en su sector, siendo el medio que mostró lo que no salió en la TV”, comentó el actual editor de El Ovallino, Sebastián Gallardo Loyola.

    No obstante, lo que se debe tener claro es que el acontecimiento del que hemos hablado en este relato tarde o temprano volverá a repetirse.

    “Hay que estar preparados, porque Ovalle va a volver a vivir un terremoto. No sabemos si dentro de un periodo de unos 5, 20, 30 o 50 años más, pero va a volver a pasar. Y respecto a sus características, es decir, si va a hacer un sismo superficial o si va a ocurrir a gran profundidad, o si el epicentro va volver a ser hacia el valle o hacia la cordillera, no lo sabemos. Pero va a volver a pasar”, señala el geógrafo Rogelio Rodríguez.

    Y es que al fin y al cabo, los terremotos son parte de nuestra historia: a ellos les debemos nuestros paisajes y nuestra geografía. Los grandes eventos geológicos son anteriores a cualquier historia humana y somos nosotros los que dependemos de ellos y no al revés.

    Cuando vivimos un terremoto, como el del 14 de octubre de 1997 o como el del 16 de septiembre de 2015, o como en cualquier otro sismo, el miedo y la angustia nos invade, porque cuando la tierra comienza a moverse bajo nuestros pies, en esos momentos tomamos conciencia que frente a ese poder de la naturaleza, frente al movimiento de estas gigantescas placas tectónicas en que está organizada la corteza planetaria, no somos más que un simple agregado que existe sólo gracias a la voluntad de este complejo cosmos llamado Tierra.

    En este mapa se puede observar los epicentros marcados de los últimos sismos ocurridos en la región de Coquimbo. Arriba, el epicentro del sismo de Punitaqui, y en la parte más baja de la imagen, en la costa, el epicentro del último terremoto del pasado 16 de septiembre.