En diciembre del año pasado los usuarios del Programa Ambulario Intensivo (PAI) Óscar Romero, centro de rehabilitación del consumo de drogas y alcohol, fueron notificados que la casa de acogida dejaría de entregar el servicio.
La mala noticia daba a conocer el cierre de este hogar el 31 de diciembre debido a que el PAI era parte la Corporación Servicio Paz y Justicia (Serpaj), quien había adjudicado la licitación de la plaza de trabajo en Ovalle para los años 2013-2014, pero habían quedado fuera de los fondos 2015-2016 tras perder el concurso público.
Los jóvenes y adultos temieron lo peor. Luego de meses sometidos a terapias, las 20 personas que se atendían en el recinto ubicado en calle Independencia, bruscamente debían terminar las rehabilitaciones.
“Nosotros fuimos a participar al concurso público para adjudicarnos los fondos para seguir trabajando, a través de nuestra corporación, y un error administrativo significó que quedáramos fuera. Finalmente se lo adjudicó otro centro que va a cumplir nuestra labor, por lo que estamos resignados y tristes por el inminente cierre del centro”, expresó por ese entonces el director del PAI Claudio López.
A finales del 2014 el caso llegó hasta el concejo municipal, lugar donde fue presentado por los propios usuarios y profesionales ante el alcalde y ediles, quienes comprometieron apoyo para que los trabajos de rehabilitación continuaran.
Hoy, a casi un mes de este cierre del programa, algunos ex usuarios del PAI Óscar Romero llegaron a la Casa La Esperanza, otro centro de rehabilitación, para continuar el proceso para dejar atrás el consumo de drogas y alcohol.
Fue el caso de Brandon Alcayaga (21), joven que llevaba cerca de 8 meses en terapia contra las drogas en el PAI. “He estado bien, en abstinencia 100 %, fue brusco el traslado de centro, pero hay que acostumbrarse, yo al menos quiero recuperarme y esto lo vale, por eso estamos acá, hasta el momento me he sentido muy bien, cómodo y tranquilo, es como estar en el PAI, pero con otros profesionales.
Existe buena relación con mis compañeros, hacemos deporte, jugamos ping ping, vamos a la piscina, participamos de talleres juntos, de terapias, de música y relajación”.
Por su parte, el coordinador técnico de la Casa La Esperanza, Jonathan Marín, expresó que “con el ingreso de 8 nuevos usuarios, provenientes del PAI, aumentamos a 25 las plazas, nosotros entregamos una atención a hombres y mujeres, de lunes a viernes.
Estos chiquillos supuestamente quedarían en la calle, pero no era tan real, ya que ese programa se podía ejecutar en nuestro centro, en el fondo se hizo hacer una derivación, todos los casos que estaban en tratamiento en el antiguo centro pasaron a nosotros, pero como la rehabilitación es voluntaria, sólo 8 personas llegaron. Ellos han reaccionado muy bien, ya van a cumplir un mes con nosotros, creemos como Casa La Esperanza que más allá del centro lo que prima acá es el proceso de rehabilitación y las ganas de los usuarios de dejar el consumo, si bien sabemos que hay un vínculo con terapeutas de hace años, siempre hay que tener una visión más alta. En este sentido, la idea es buscar la recuperación, la que se puede hacer en cualquier centro.
En el caso de estos muchachos, nos tiene contentos sus ganas, porque han estado bien, se han adherido, han generado vínculos con los terapeutas del centro a pesar del poco tiempo”.
Brandon Alcayaga expresó que “gracias a dios se me han abierto muchas puertas, no le he ganado a nadie todavía, pero si le estoy doblando la mano a algo muy fuerte que es la droga, a pesar de que muchos creen que es invencible.
A los que están en la calle consumiendo drogas les diría que no están solos, acá hay un Centro de rehabilitación que es la Casa La Esperanza, hay una familia que los va a entender y que sólo deben tener las ganas de limpiarse y sanarse.