Generalmente, siempre las grandes obras son bienvenidas por la mayor parte de la comunidad. En el contexto de la realidad de nuestra provincia, la modernización de la ruta D-43, que une Ovalle con Coquimbo y La Serena, y su transformación en una carretera de doble vía, era una obra que se esperaba durante años, pues ante el fuerte crecimiento del parque automotor durante las últimas décadas y un mayor flujo de transporte entre las tres ciudades – en especial, del transporte pesado – , la vieja ruta se hallaba al borde del colapso, donde la ocurrencia de accidentes vehiculares eran parte de las consecuencias de esta situación.
La última información emitida por el Ministerio de Obras Públicas es que el plazo de entrega de las obras, que estaban contempladas para marzo, se postergó para el término del primer semestre. A la fecha además, la ruta presenta un 75% de avance y se estima que los tiempos de desplazamiento disminuirán entre 20 o 30 minutos. La velocidad de desplazamiento eso sí, quedó establecida en 100 kilómetros por hora.
En definitiva, una obra que sin duda, traerá modernidad y una conexión más expedita para la provincia con la capital regional. Un avance que, sin embargo, para otros está representando una seria amenaza, como son los tradicionales negocios de carretera, tan utilizados por los viajantes para hacer un alto en su recorrido, ya sea para refrescarse, como para comer, e incluso para pernoctar o tomar un sencillo descanso.
“ENTRE LA RUTA Y EL MURO”
Saliendo de Ovalle, las obras en la ruta son posibles de ver ya a la altura de Lagunillas, pero al llegar a Recoleta es donde aparecen los primeros “afectados”, aquellos a los que la nueva carretera se ha convertido en una desagradable compañera en la ruta.
“Los que nos ha afectado principalmente es el cambio en la dirección del tránsito. Somos un negocio que está a orilla de carretera, y por tanto, dependíamos de ella. Pero la empresa construyó el muro divisorio de ambas vías, cambió la dirección, pero lamentablemente, no dejaron ningún acceso, ni peatonal ni vehicular” comenta Luis Cortés, dueño del almacén El Recoletino.
Un poco más adelante, Tulio Rojas, dueño del almacén El Cuchi, que lleva 35 años en el lugar, es de la misma opinión. “Este es un pueblo que quedó totalmente aislado y cerrado por el muro de concreto que pusieron, y no tenemos claridad aún, donde va a haber un paso vehicular para pasar hacia el otro lado del pueblo” señala.
En efecto, cualquiera que haya pasado por el pueblo de Recoleta, se habrá dado cuenta que la vieja carretera, luego de la instalación de la barrera de separación de las futuras pistas, quedó como una suerte de “calle de servicio”, que deja aislados a estos negocios del flujo vehicular que hoy transita por el nuevo carril habilitado. Y aunque existe una entrada, esta situación ha ido en desmedro de los locales del sector, afectando seriamente sus ventas.
“Antes era bueno, pero ahora no. Ha bajado demasiado la clientela. Si antes hacíamos al día 100 o 150 mil pesos, ahora por ejemplo, hace unos días, hicimos apenas unos 6 mil pesos, y con esos valores uno no sobrevive” comenta al respecto, Mónica Saavedra, administradora del restaurant “KomeRiko”, también en Recoleta.
Esta difícil situación incluso expresa la señora Mónica, no la hace proyectarse a futuro, y por lo mismo, no descarta cerrar el negocio.
“No hay dinero como para seguir sosteniendo el negocio. Lamentablemente hay que sacar plata de donde no hay. Nosotros estamos arrendando a la señora que es dueña del restaurant, por lo que además debemos pagar el arriendo, y juntar la plata para eso. Con esto se nos han hecho pesado el administrar este recinto, y por eso, mi esposo está viendo si hace termino de giro” asegura.
A falta de un acceso vehicular expedito y con una pasarela peatonal aún en construcción, lo más difícil viene ahora asegura, pues aún faltan las obras de intervención de la carretera antigua. “Ni siquiera han empezado las obras para este lado de la pista. Y lo peor es que primero tienen que picar y eso sínos va a perjudicar más todavía” señala.
Luis Cortés, de El Recoletino, expresa por su parte, que en relación a las ventas de su negocio la construcción de la carretera “nos perjudicó bastante, pues ya nadie se para a comprar, porque no hay acceso a los locales. En algunos lugares dejaron accesos a los negocios, pero a nosotros nos dejaron aislados completamente”.
Es así como para estos tres locales, el sentimiento que los embarga es la incertidumbre, pues así las cosas, no pueden proyectarse, ni siquiera cuando la autopista esté entregada. Para peor, en Recoleta no cuentan con una junta de vecinos organizada, por lo que llegar con sus inquietudes a las autoridades, se les hace muy difícil.
“Podríamos recuperarnos en algo, porque a lo mejor vamos a quedar con un acceso para los que vienen desde La Serena a Ovalle, pero tampoco sabemos si vamos a tener un acceso real, pues por ejemplo, una calle de servicio también tendría un cierre hacia la doble vía” comenta Cortés.
“Nosotros ya tenemos que asumir una pérdida. Ahora yo no sédespués como irá a quedar este negocio, porque ni nosotros mismos sabemos cómo va a quedar. No hay nada concreto aún” agrega por su parte, Tulio Rojas, de El Cuchi.
AL MAL TIEMPO, BUENA CARA
Una situación algo distinta se vive con otros negocios ubicados más adelante. O al menos, se intentó actuar de otra forma para evitar los problemas que actualmente sufren en Recoleta.
En el kilómetro 20 de la ruta, a la altura del cruce hacia la Mina Delta, nos encontramos con una frutería que se emplaza allí desde hace unos 16 años según su dueño, César Valdivia, quien si bien reconoce que las ventas han bajado un poco, “hay que tener fe en que esto al final, va a ser para mejor”.
Y aún cuando hace más de un mes, cerraron el flujo vehicular por la antigua carretera en ese sector, Valdivia sigue opinando que todo, al final, será positivo, al menos para su local, en el cual además, dan almuerzo a trabajadores y personal de la empresa constructora de la ruta.
“Las obras naturalmente siempre molestan, pero yo creo que mirando al futuro vamos a andar bien. A mí me cerraron la ruta hace un mes más o menos, pero me dijeron que dentro un mes o poco más entregaban. Así que esto va a quedar arreglado, y eso representa un avance” señala, agregando que cuando se abra la autopista, “se va a venir bien la mano”.
También tranquila y esperanzada está Beatriz Rubina, dueña del almacén La Estación, ubicado en el kilómetro 28, quien confiesa que “no nos han afectado tanto las obras de la carretera, más allá de los trabajos”.
Y es que la dueña de este local cuenta el por qué. “Se hizo una reunión y antes de esa reunión, mi marido también había conversado con la Concesionaria de la ruta, sobre cómo iba a quedar el acceso a nuestro negocio. Y pienso sinceramente, que por todas esas gestiones no salimos perjudicados, porque nos estábamos dando cuenta que los otros negocios, sí estaban siendo afectados. Entonces por eso nos movimos antes. Fue por iniciativa propia” afirma.
¿Su proyección una vez terminadas las obras? Agrandar su negocio e instalar un minimarket. “Queríamos saber si íbamos a ser afectados, y gracias a Dios no. Desde que llegamos acá este fue nuestro sueño y queremos llevarlo adelante”.
CERRADO, “HASTANUEVO AVISO”
Finalmente, llegamos hasta los mismos límites de las provincias de Elqui y Limarí, al inicio de la Cuesta Las Cardas, en el kilómetro 36, pasado el futuro peaje, donde se ubica uno los negocios más reconocidos por los viajantes: el local de “La Tía Irene”, quizás el primero de los locales limarinos que se vieron afectados por las obras de la carretera. Tanto así, que ya lleva varios meses cerrado.
“Luego de que cerraron y pusieron el muro de concreto en la carretera, ya no pasó nadie más. Aquí solo hay camiones y máquinas de la empresa trabajando” afirma María Quispe, madre de la dueña del local, quien al cerrar su negocio emigró al norte, aunque con la esperanza de volver una vez que la autopista esté lista.
“Mi hija Irene era quien regentaba el local. Ella lo levantó. Ahora nosotros esperamos que cuando se abra la carretera podamos reabrir el negocio. Por lo menos, mi hija quiere hacer eso, porque antes no nos iba nada mal. Claro, nunca va a volver a ser lo mismo, pero al menos, que nos sirva para mantenernos y recuperar parte de lo que hacíamos” señala la señora María.
Sándwiches, bebidas, colaciones y arrollados eran parte del menú que servía la “Tía Irene”, sitio que era muy frecuentado por camioneros, pero que por ahora, permanece fuera de servicio, y al igual que con los locales de Recoleta, no se sabe que va a pasar a futuro.
“No sabemos aún donde va a quedar el paradero acá, tanto para las micros como para los camiones. Y sobre cuándo van a terminar, tampoco no nos han dicho nada. Y peor, yo veo que aún les falta mucho” finalizó.