Las emotivas historias detrás de los reencuentros familiares en Ovalle

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    Milton Araya se reunió con su padre Milton Villalobos. No se veían hace cinco décadas. Crédito: Kamila M.

    Es casi mediodía al interior de la Tercera Comisaría de Ovalle. Uniformados van y vienen al interior del edificio, en especial los que conforman la Oficina Comunitaria de Carabineros, quienes guardan expectación ante el encuentro familiar que se avecina en los próximos minutos.

    Tras un largo viaje desde Las Ventanas (Puchuncaví), Milton Araya (50) está esperando que por la puerta principal del salón -en donde espera por el reencuentro -se asome su padre , el que no ha visto desde que tenía sólo 6 meses de vida. Si bien han transcurrido nada menos cinco décadas sin saber nada de él, su sueño de conocerlo se mantuvo vivo y lo impulsó a solicitar ayuda a Carabineros, quienes lograron ubicar al progenitor en la localidad ovallina de Alcones.

    “Son años de búsqueda, esta es la tercera vez que hago el intento, más que nada para cerrar una etapa, conocer mis orígenes. No tengo reproches, no soy nadie para juzgar, las circunstancias de la vida a lo mejor se pusieron difíciles….”, cuenta Araya. Sus palabras se ven interrumpidas súbitamente por la llegada de su padre, Milton del Rosario Villalobos (73). Se puede sentir y respirar la emoción en el lugar.

    Segundos después ambos se funden en un inolvidable abrazo que les permitirá retomar la relación y volver a empezar como padre e hijo. Las palabras sobran y las lágrimas brotan.

     

    “Aquí uno también se emociona”, susurra uno de los uniformados que observa y quien registra con una cámara el esperado instante.  Y es que este tipo de momentos para el equipo de la Oficina Comunitaria es uno de los más gratificantes e imborrables.

     “La última vez que lo vi tenía 6 meses. Nos separamos en Pedro de Valdivia (oficina salitrera cerca de Tocopilla), a la mamá de él la conocí en una pensión. Tuvimos una relación y nació él. Por circunstancias de la vida tuve que irme de ahí, no por cobardía (…)”, recuerda Villalobos, nacido y criado en Alcones y quien trabajó durante 30 años en Chuquicamata, desempeñándose por largo tiempo como chofer de algunos de los camiones de mayor dimensión que había en la época.

    El hombre menciona que tuvo la inquietud de saber qué pasó con su hijo, ya que en una ocasión cuando estaba en Calama fue a Pedro de Valdivia. Ahí tuvo el impulso de ir al Registro Civil para poder dar con el paradero de su hijo. “Sólo me acordaba de el nombre de ella pero no tenía ni el número de carnet. Buscaba en los libros y no aparecía, no sabía dónde él (Araya) había sido inscrito”.

    Lo que espera ahora Villalobos es que todos sus hijos se conozcan y afiancen una verdadera relación de familia. “Me gustaría que él conociera a sus hermanos. En estos momentos uno se fue a trabajar y otro está de vacaciones en La Serena. Otro vive en Calama y mi hija en Antofagasta. En febrero van a venir casi todos”.

    Sobre la labor de Carabineros al propiciar estos reencuentros, Araya expresa, “tengo una cercanía muy bonita con la institución. Mi madre trabajó en el Hogar de Menores de El Palqui y conocimos muchos uniformados, su parte humana. Hay muchas críticas respecto a ellos, pero son seres humanos y comenten errores como cualquier otro. No por eso hay que juzgarlos”.

    Hija buscando a su padre

    María Paz Tabilo (18) tenía cinco años cuando dejó de ver a su padre,  Víctor Tabilo Monardez (42). Hace algunas semanas la joven había llegado hasta las dependencias de la Tercera Comisaría de Ovalle solicitando ayuda para ubicar a su progenitor con quien no tuvo ningún tipo de contacto.

    Ella fue derivada a la Oficina de Integración Comunitaria de Carabineros, quienes realizaron las gestiones y le informaron que su hija lo buscaba. El hombre accedió a reencontrarse con la joven.

    Pasaron los días y se pudo concretar el anhelado momento. Ambos no pudieron contener las lágrimas y la emoción, luego de que por circunstancias de la vida dejaran de tener contacto.

    Hermanos que se reúnen después de seis décadas

    Otro caso es el de Luzmira Espinoza Caroca (66), quien durante el mes de octubre de este año se acercó a la Oficina de Integración Comunitaria de la Tercera Comisaría de Ovalle para indicar que provenía de la comuna de San Pedro de la Paz (Concepción) y que había llegado hasta la capital limarina para solicitar ayuda en la búsqueda de su hermano, Gabriel Paredes Caroca (62).

    Ella sólo sabía el nombre de su hermano. Con los pocos antecedentes personal de Carabineros comenzó la búsqueda de Gabriel, logrando dar con su paradero en Ovalle y concurrieron a su domicilio para explicarle que tenía una hermana que lo estaba buscando.

    La noticia fue una gran sorpresa para él, debido a que siempre pensó que no tenía a nadie, ya que cuando apenas era un bebé fue dejado a cargo de una familia en la localidad de Huepil y con el pasar de los años se trasladó a Santiago y luego a Ovalle por temas laborales, radicándose finalmente en la comuna.

    Luego de realizar la búsqueda los Carabineros se comunicaron con Luzmira indicándole que habían logrado encontrar a su hermano y que él también quería conocerla.

    Ninguno de los dos pudo contener la emoción al concretarse el reencuentro en dependencias de la Tercera Comisaría de Ovalle. Gabriel también tuvo la oportunidad de conocer a su sobrina.

     

    Los uniformados que hace posible los reencuentros

    El suboficial mayor de Carabineros y encargado de la Oficina Comunitaria de la Tercera Comisaría de Ovalle, Dino Contreras Palma, explica sobre el proceso, “por lo general la gente viene y hacemos una entrevista. Se les consulta cuál es el motivo para hacer el reencuentro porque no se realizan cuando son por herencias o pensiones de alimento. También se les menciona que es algo voluntario y que la otra persona debe acceder a la petición”.

    Desde ese momento se inician las gestiones, “se trata de dar con el posible domicilio de la persona buscada, se ingresa al sistema para ver si tiene registro. Si es de otra región se hace por intermedio de otras comisarias que tienen Oficina Comunitaria. De acuerdo al resultado, se materializa el reencuentro, pero por lo general lo hacemos acá en Ovalle”.

    En cuanto a los casos que han gestionado, Contreras recuerda particularmente uno en especial. “El que más me llamó la atención fue una persona que  es del sur y por tema de herencia se enteró que tenía un hermano. Al principio le dije que por ese motivo no se podía, pero ella respondió que quería conocerlo porque era su familia. Lo contactamos el mismo día, él tiene 64 años y no tenía idea de la existencia de su hermana. A raíz de eso se  dio cuenta que tenía otros nueve hermanos (…) Fue emocionante porque él pensaba que estaba solo en el mundo, al final tiene sobrinos, primos, una familia grande”, recuerda.

    Al hablar de la labor que hacen, Contreras manifiesta, “es emocionante, dan ganas de seguir adelante al ver la felicidad de ellos. Con todo lo que ha pasado últimamente, todo el desprestigio que hay contra Carabineros, uno sigue luchando, tratando de sacar la institución adelante. La gente lo reconoce y agradece”.

    Frente a lo más difícil al materializar esta labor, cuenta que se trata de la distancia  y los gastos económicos que implica para las personas poder viajar para reencontrarse. Otra dificultad es cuando tienen la dolorosa misión de informarle al solicitante que la persona buscada comunicó que no tiene intenciones de reunirse, “uno trata de ser lo más humano posible y buscar la forma de decirlo, de acuerdo a cómo se va desenvolviendo el diálogo le explicamos y le decimos que tal vez más adelante se puede realizar. Hay casos que se pueden dejar pendiente y para más adelante”.

    Sobre las sensaciones que le causa presenciar estos reencuentros, el sargento primero, integrante de la Oficina Comunitaria de la Tercera Comisaría de Ovalle y delegado del cuadrante 2, Guillermo Carmona Segovia, expresa, “para nosotros es gratificante, es un momento agradable y feliz. Hay casos en que nos ha ido mal, no porque no queramos, sino por razones propias de la misma familia. Lo gratificante nos insta a seguir trabajando en pos de la ciudadanía”.

    Carmona considera que, “todos los casos implican cariño porque uno se va enterando de los procesos y de cómo ha vivido cada familia y por qué se distanciaron. Lo penoso es cuando no se logra hacer”, ahí el uniformado recuerda que en una ocasión una persona pidió conocer a su padre y que tras hacer las diligencias supieron que la familia del buscado se negaba materializar el reencuentro solicitado por el hijo, ya que el progenitor además se encontraba  en un delicado estado de salud.

    Por su parte, el sargento primero de Carabineros, delegante cuadrante 3 y miembro de la Oficina Comunitaria, Manuel Flores Sandoval, se declara bastante conectado con esta labor,  “me afecta un poco más, soy medio ‘llorón’, me emociono mucho”.

    Esa sensación se incrementa cuando los reencuentros permiten, por ejemplo, que el padre buscado conozca a sus nietos, “eso me llena los ojos de lágrimas, es algo muy rico para nosotros”.

    Frente al caso que más recuerda, dice que se trató de una hija que buscaba a su padre, quien era un humilde hombre del sector costero de la comuna y  que recolectaba cosas en la calle para vivir. “Cuando hice los contactos y gestiones no me interioricé que ella ya tenía un hijo, es decir, que el papá además conocería un nieto. Cuando le comenté al progenitor que su hija vendría al reencuentro con el nieto, él llegó con unos muñecos que había recolectado y se los dio con mucho cariño. Me tuve que ir de la sala durante el reencuentro porque lloraba más yo que ellos (risas)”.

    Flores indica que la labor de Carabineros no sólo tiene que ver con lo preventivo y que la gente acude a la institución cuando tiene una problemática. De hecho confiesa que ha atendido nada menos que dos partos, uno de ellos dentro de un bote. “Somos un popurrí de cosas, cuando la gente quiere ver o conocer a sus familiares acude a nosotros y hacemos lo humanamente imposible para lograr eso”.

    En tanto, el sargento segundo y miembro de la Oficina Comunitaria, Cristian Araya Vera, considera que, “es bien emocionante cuando uno realiza las diligencias con el fin de que familiares o personas se reencuentren, gente que por diferentes circunstancias han sido separados”.

    Araya comenta que también tiene un lado amargo, “uno se siente decepcionado cuando la otra parte no quieren aceptar que un hijo, hermano o abuelo lo está buscando”.

    El uniformado afirma que tras los reencuentros la gente se va feliz, “nos dan las gracias por las gestiones que se hacen  y uno le explica que es la función que tenemos como carabineros. Cumplimos muchos roles pero los más sensibles y especiales son estos; que los emociona tanto a ellos como a nosotros”.