Una cubana en Ovalle

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       María quedó impresionada frente al gigantesco árbol navideño natural más grande de todo Chile. Es navidad y la incertidumbre de una nueva vida la hacía estremecer.

        Solitaria y meditabunda recorre el paseo peatonal, intentando descubrir qué magia escondida cautivó su corazón. Y así se presenta Ovalle ante sus ojos, como novia orgullosa, firme, imponente, segura de los cerros que protegen su pureza. Calmada y sigilosa contempla el nuevo día, colmado de transeúntes apurados por la ajetreada jornada que se avecina.

         Las costumbres y culturas son distintas. Cambió el aromático café cubano por el té, el Habana Club por el fino vino de la zona, los huracanes por terremotos, el beisbol por el fútbol, la rítmica salsa por la cueca y el clima tropical por frías noches. Pero entendió que para alcanzar el éxito en tierras lejanas, sólo necesita adaptación y tolerancia.

          La vida sigue siendo maravillosa, mágica e inescrutable para ella. En cada amanecer al despertar, sus primeras palabras de gratitud, son para este pedacito de suelo llamado Ovalle. Allí decidió echar raíces y hacer realidad sus más anhelados sueños.