Por Marcos Sepúlveda Loyola / Provincia del Limarí
Floridor Solar creció entre plantaciones de tomates, lleva más de 60 años cultivando la tierra en una pequeña parcela de agrado en el sector de Los Tapias en la comuna de Monte Patria.
La vida de campo no es fácil, en verano se deben cosechar bajo un sol implacable que deja la piel tostada y en invierno las heladas pueden quemar el trabajo de meses. Con tristeza cuenta que la falta de agua y de apoyo por parte del Estado hace insostenible seguir siendo agricultor, incluso quiere arrancar de cuajo los parrones y plantar algo que sea más rentable.
A Floridor las cuentas no le dan. Para producir doce mil kilogramos de uva debe invertir en fertilizantes, pesticidas, pagar derechos de agua, electricidad y mano de obra. En el mercado internacional por una caja primera clase de uva de 8.2 Kg le pagan entre siete y diez dólares, mientras más baja sea la calidad del fruto menos pagan. “En el mercado nacional te pueden pagar hasta $100 pesos por kilogramo de uva para pasas”, comenta.
Los Tapia es uno de los tantos asentamientos humanos desarrollados en torno a un río. La zona era conocida por ser productora de hortalizas, mandarinas y uvas de exportación, las cuales adornaban las góndolas de los supermercados mexicanos y estadounidense.
La pandemia del Covid 19, el aumento de los precios de los contenedores y la crisis en los puertos por la sobredemanda provocó una baja en los precios de la uva.
“Cuando las exportaciones eran buenas la gente llenaba las tiendas de Ovalle, hoy no anda casi nadie”, dice Floridor Salinas.
Hoy los jóvenes del pueblo ya no quieren ser agricultores, se van a trabajar a las mineras “Mis nietos no quieren nada con el campo”, señala.
En los pueblos van quedando agricultores mayores, “la gente se va porque no ve en el campo una oportunidad de surgir”, indica el agricultor Fidel Salinas.
UNA DURA VIDA EN SEQUÍA
Trabajar la tierra no es un trabajo simple, requiere un gran esfuerzo físico arar la tierra. Detrás de cada fruta y verdura que llega a la mesa está el esfuerzo de miles de hombres que deben preocuparse de que los cultivos no se hielen con el frío, no se sequen con las altas temperaturas ni contraigan una plaga que mate la producción.
De está vida muy bien sabe Fidel Salinas, agricultor de Palqui quien al igual que Floridor creció entre cajones de tomates y educó a sus hijos siendo agricultor.
Este año ha sido malo confiesa, “Si este mes no llueve (agosto) un 60% de la producción está en riesgo”. Más de 800 cajas de tomates podrían perderse si no llueve. Las precipitaciones del mes pasado lo ilusionaron, ya que llenaron las montañas de nieve, principal proveedor de los ríos de la zona, pero la ola de calor que enfrentó la región está semana derritió gran parte de esta reserva hídrica. Chile se encamina al quinceavo año de sequía, el 40% de las comunas del país están en Estado de Escasez Hídrica. Los inviernos generosos en lluvias y nieve son cosas del pasado, los embalses están a un 40% de su capacidad. Al 12 de julio el embalse Puclaro contaba con un 13,5% de su capacidad total; estaba La Paloma al 7,6%; y El Bato a un 48,3%. Por la misma fecha, La Serena alcanzaba un -81,4%% de déficit; Combarbalá, un -76,4% con 29,3 mm, mientras tanto Illapel registraba -76,5% con 27,2 mm.
Los valles de la cuarta región se han vuelto zonas semi desérticas, en donde abundan los parrones secos, en varios pueblos las exportadoras de frutas han cerrado por las malas cosechas y el desempleo abunda.
“Deberían de declarar zona de catástrofe agrícola”, pide a gritos Fidel, quien tiene miedo de plantar otro tipo de cultivos como porotos verdes o zapallos italianos, ya que no sabe si va a tener el agua suficiente para regarlos. En la zona han caído 18 milímetros, un 340% menos que un año normal. Fidel y Floridor no sólo culpan a la sequía de la falta de agua en el valle, sino a que “están mal distribuido los derechos de agua”, denuncia Floridor Solar.
Ambos denuncian que el recurso hídrico se pierde río arriba y que eso desertifica los valles. “Los grandes agricultores con estas ac- ciones perjudican a los más chicos”, advierte Solar.
Gran responsabilidad tienen las plantaciones de palta y mandarina, las cuales consumen 1/3 más del agua utilizada por tomates o uvas, cultivos reinantes en la zona. “No hay control de lo que se planta en la zona (…) debería de haber cambios”, insiste Fidel, quien junto con un grupo de colegas pretende viajar hasta Santiago para manifestarse frente a la sede del Ministerio de Agricultura para pedir ayuda económica.
Los agricultores se han tenido que reinventar luego de una vida dedicada al agro porque “el campo está incierto”. “Algunos se han transfor- mado en colectiveros, otros viajan a las minas o arman negocios en sus casas”, cuenta Fidel. Por ejemplo, Floridor trabaja como operador del agua potable para mantener a su familia a flote.
FALTA DE APOYO
“No me gusta meterme en política, pero INDAP con el nuevo gobierno nos ha abandonado”, denuncia Floridor Solar, agricultor de Los Tapia. El INDAP puede ayudar a los agricultores brindando créditos para invertir en semillas, fertilizantes u otros elementos que mejoren la productividad de campo.
Los agricultores de la zona comentan que los recursos son pocos para la magnitud del problema que enfrentan y existe burocracia a la hora de entregarlo. Piensa que la declaración de Zona de Catástrofe puede permitir que el Estado entregue mayores recursos, para que los agricultores puedan cambiar los cultivos por unos más rentables, realizar obras para ahorrar agua y diversificar sus plantaciones.