Desde hace unas cuatro décadas la región de Coquimbo atraviesa años cada vez más secos; el calentamiento global y la crisis hídrica han cambiado el panorama de la región, históricamente agrícola, y la han transformado en un territorio de condiciones climáticas extremas, donde cultivar y permanecer en la ruralidad parece un acto milagroso.
A pesar de esto, las comunidades agrícolas han sabido adaptarse y actualmente abarcan cerca del 30% de los suelos. Para ir en apoyo de esta agricultura que permanece, profesionales de CONAF han estudiado cómo la naturaleza se ha adaptado a las nuevas condiciones climáticas y, por medio de un trabajo que incorpora estas adaptaciones, han implementado nuevos métodos con prometedores resultados.
“La sequía nos ha hecho adaptarnos sobre la marcha. Si bien la Corporación tiene harta experiencia en esto, porque lo llevamos trabajando varios años, en el último tiempo la sequía se ha ido agravando cada vez más”, señala la profesional del Departamento de Conservación de Ecosistemas Boscosos y Xerofíticos (DCEBX) de la Región de Coquimbo, Victoria Pulido.
Esta adaptación de la que habla la profesional de CONAF se evidencia en cambios en las formas de trabajo en los distintos programas que la Corporación está desarrollando en Coquimbo: Siembra por Chile, Proyectos de Forestación Subsidiaria (GESUB) y Programas de Arborización Comunitarios han debido reestructurar sus parámetros evaluativos y los métodos que utilizan para que la supervivencia de las plantaciones sea posible, considerando que el riego sólo estará presente en las etapas iniciales de crecimiento. Luego deberán resistir únicamente con las lluvias que recibe la región, que a veces llegan dos veces al año, o incluso menos, en años particularmente secos.
“En el ecosistema las semillas no crecen en un terreno desprovisto de vegetación, sino que crecen al lado de un arbusto, a la sombra de otra especie. Eso es lo que hemos buscado imitar con nuestras plantaciones, obteniendo muy buenos resultados”, explica Victoria Pulido, quien además es coordinadora regional del programa Siembra por Chile.
El método del que habla la profesional es conocido como nodrizaje y, como su nombre lo indica, funciona bajo la estrategia de tener plantas “nodrizas”, es decir, vegetación ya arraigada en la tierra junto a la cual se siembra o se planta nueva vegetación, lo que permite a las nuevas plantas obtener distintos beneficios y, además, economiza agua, pues el riego es más eficiente y la pérdida de agua por evapotranspiración disminuye.
La profesional de CONAF explica que detrás de esta metodología existe un estudio acucioso del espacio: “si bien en el terreno se ve como una plantación aleatoria, es algo bastante dirigido; marcamos cada uno de los ejemplares que tienen la capacidad para poder plantar especies al lado, a su sombra. Así, dependiendo de la altura, de la forma de cada planta, se decide si irá una, dos, o tres plantas a su alrededor. A esta última modalidad la denominamos ‘nucleación’”.
Luego de seleccionar las plantas nodrizas y la ubicación de las nuevas plantas, se determina cuáles serán las especies a plantar, según el nivel de afinidad que éstas muestren en su ambiente natural: “hay especies que son alelopáticas entre sí y otras que son más resistentes a crecer junto a otras especies. Entonces, nos fijamos que cada especie que se plante vaya asociada a la especie con la comúnmente se la ve en la naturaleza”, explica la profesional de CONAF.
Bajo este método se han obtenido resultados excepcionales. Un ejemplo destacado es el trabajo realizado en la Comunidad Agrícola de Orrego, en Combarbalá, donde se plantaron 200 árboles y arbustos y se realizaron Obras de Conservación de Agua y Suelo (OCAS) ―como diques, bancales, muretes y limanes― en 28 hectáreas de exclusión. Las OCAS complementan las labores de restauración y contribuyen a mejorar la capacidad de retención de agua en el suelo, aumentado las posibilidades de crecimiento y supervivencia de las plantas en un entorno de escasez hídrica.
De este modo, vemos cómo a tres años de la plantación, en la Comunidad Agrícola de Orrego se alcanzó un prendimiento del 90%, resultado que contrasta con el 75% de mortalidad que se registraba años anteriores. “Pasar del 75% de mortalidad a plantaciones que sobreviven por sobre el 90% nos hace sentir felices y orgullosos del trabajo realizado, porque hay todo un estudio detrás. Ahora, más allá de los buenos resultados, priorizaremos implementar un programa de monitoreo permanente y sistemático de estas intervenciones”, comenta Victoria Pulido.
Otro caso destacado es el proyecto de Siembra por Chile ejecutado en la Estancia Agua del Mulato durante 2022 y 2023. Este sector es considerado “emblemático”, ya que reúne una gran variedad de especies catalogadas como vulnerables ―como el papayo (Carica chilensis), carbonillo (Cordia decandra) y guayacán (Porlieria chilensis) ―, y cumple un importante rol de conservación de biodiversidad.Aquí, profesionales de CONAF, buscando formas de potenciar al máximo la tasa de éxito de las plantaciones, utilizaron un software de arquitectura que permite determinar las horas de sol en distintos puntos de un terreno. Considerando esta información se seleccionaron los sitios a plantar, ubicando las plantas en las áreas con mayores horas de sombra al día. “A dos años de iniciadas las plantaciones, vemos que hay mejora en la vegetación actual; los guayacanes están con crecimiento, los carbonillos también, y los papayos muestran una cantidad bastante impresionante de hojas y frutos. Es un proyecto exitoso”, afirma la profesional de la Corporación.
Dentro de las estrategias que la Corporación ha incorporado para potenciar proyectos en la región y hacer frente a la sequía, está el trabajar integrando programas de fomento. Así lo explica el jefe del DCEBX Coquimbo, Diego Morales: “En ausencia de incentivos pertinentes a nuestra realidad territorial hemos acuñado una estrategia de integración de proyectos. Tenemos que complementar distintas fuentes de financiamiento para acometer procesos de restauración mucho más robustos que si lo hiciéramos de manera aislada”. Así, proyectos con fondos regionales vinculados a la restauración en zonas rezagadas, como el Programa de Recuperación del Enfoque de Manejo Sustentable de la Tierra (PREMST) y el Programa de Empleo de Emergencia (PEE), sumados a los proyectos permanentes de CONAF, han mostrado resultados promisorios en materia de recuperación de ecosistemas nativos degradados y gestión del cambio climático.
Pero la escasez de agua no ha afectado sólo a los ecosistemas y a las plantaciones, sino que también ha impactado directamente en las comunidades, en quienes habitan la región de Coquimbo. Victoria Pulido cuenta cómo ha sido trabajar frente a esta situación: “nos ha llevado a tener una discusión ética, ¿cómo vamos a regar si una comunidad no tiene agua para beber? Por ello, caso a caso vamos adaptando los proyectos que se quieren realizar y los objetivos que tenemos que cumplir, tratando de darles una mirada social, que muchas veces no se tiene en cuenta, pero que tenemos que considerar. En muchos sectores, por ejemplo, no estamos plantando, estamos fomentando la regeneración o haciendo obras que sean mucho más a largo plazo”, explica.
Esta búsqueda de alternativas a la plantación va en concordancia con otra de las principales adaptaciones que han marcado a los programas: la reducción de plantas forestadas. Así lo señala el jefe del DCEBX Coquimbo: “estamos implementando una reducción importante de las plantas que entregamos, básicamente para poder asegurar su establecimiento desde aspectos de riego y proyección. También hemos logrado generar vínculos con distintas comunidades a través de convenios y acuerdos, de modo que la mantención de estos proyectos sea parte de una corresponsabilidad local, y así, la inversión que hace el Estado se mantenga en el tiempo”.
La agricultura y la ruralidad en la región de Coquimbo enfrentan grandes desafíos debido al cambio climático y a la agudización de la sequía. La perseverancia e innovación de las comunidades agrícolas y de instituciones como CONAF ha permitido desarrollar estrategias en pos de la supervivencia de estos ecosistemas vegetales y la permanencia de sus residentes en el territorio. Estos esfuerzos no sólo reflejan una adaptación técnica, sino también un compromiso ético y social con la región y sus habitantes, quienes encuentran en estas tierras su sustento y hogar.