La región de Coquimbo, y en particular la cuenca del Limarí, aún se encuentra bajo el rótulo de escasez hídrica. La sequía está lejos de retirarse de esta zona si es que no llueve en cantidad y periodicidad.
El año 2020 permitió un poco de alivio al panorama hídrico con la lluvia caída, situación mejor a la vivida el año 2019, donde los especialistas lo consideran como una de las temporadas más secas de la historia de la zona. Con todo, el agua y sus niveles en los embalses están en niveles que podrían indicar que la cuenca del Limarí se encuentra en zona de alerta amarilla.
“Los niveles de agua en Paloma y Recoleta no están en una zona roja o crítica, en mi opinión. Están en una zona amarilla de alerta, donde hay que mantener mucha cautela la dotación y entrega de agua que está definida desde el comienzo de la temporada. Y esta entrega de agua se va cumpliendo”, cuenta Pablo Álvarez, académico de la U. de La Serena y director de Prommra.
En detalle, el embalse Recoleta acumula 47 millones de metros cúbicos (de un total de 86 millones); mientras que el embalse La Paloma se mantiene con 250 millones de metros cúbicos (de un total de 750 millones). Por su parte, el embalse Cogotí ubicado entre las comunas de Monte Patria y Combarbalá se mantiene con cerca de 20 millones de metros cúbicos, de un total de 136 millones.
Con estos datos, la cuenca del Río Limarí ha notado un fuerte descenso en su agua embalsada respecto al mismo mes del año pasado con cerca de un 36% menos del recurso. Lo anterior se pudo haber debido a la baja cantidad de nieve caída en la cordillera.
Pese a este escenario, el consumo para la bebida estaría garantizado, mientras que el riego para la agricultura está siendo limitado.
“El agua para riego por supuesto se puede ver restringida. Si este año por cualquier motivo no lloviera nada, que no es el caso, la cantidad de agua a distribuir será en torno a un 35% menos que esta temporada. Y por supuesto se pueden pasar apreturas, pero habrá agua para las actividades agrícolas en la cuenca del Limarí”, señala el académico.
La situación es más crítica es en los ríos, aguas arriba del embalse, porque los caudales están cercanos a los niveles de febrero o marzo cuando estamos en enero, ya que se acabó la reserva de nieve.
IMPORTANCIA DE LAS LLUVIAS
Aún es pronto para conocer si lloverá en escasa cantidad o en abundancia. Los modelos que pronostican esta situación realizan proyecciones en menos tiempo, por lo que recién a partir de marzo o abril se podría conocer cómo será la temporada.
Con tal nivel de sequía, donde se acumulan varias temporadas de déficit, ya no es tan solo importante que llueva, sino que también que estas precipitaciones sean abundantes.
“Es cada vez más importante que llueva, pero también que haya lluvias de mayor cuantía, lo que se hace menos probable. Un año promedio, con una lluvia promedio y distribución promedio en invierno hasta agosto no completa la totalidad del déficit que existe. Cada vez que se nos produce un año de sequía, esta cuenta comienza a incrementarse y se hace más difícil concretar la totalidad de capacidad de los embalses”, señaló Álvarez.
Con todo, el agua embalsada en la actualidad puede ser considerada en etapa de alerta amarilla, pero todo dependerá de cómo se comporte la temporada 2021, los niveles de precipitaciones y la nieve que pueda caer en la cordillera. Si el agua caída es abundante, no habría problemas.