El gran ejemplo de vida de Eduardo Araya

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    Hay veces en donde la valentía y el optimismo están por sobre la angustia y tristeza que puede causar una enfermedad grave. La siguiente historia da cuenta de un espíritu de superación a toda prueba que puede ser un ejemplo inspirador para quienes atraviesan una situación de salud compleja.

    “Por eso yo trato de ser lo más fiel a la naturaleza, cuidándola con mi cuerpo, a pesar que estoy enfermo doy una sonrisa, como Jesús nos enseñó a hacer reír al triste. Llegará el día en que tendré que partir, sólo quedarán los recuerdos de aquel viajero alegre que supo soportar su dolor con alegría y valentía, llevando la cruz como Jesús la llevó hasta entregar su vida dejándonos enseñanzas nobles. Mi alma estará alegre de dormir en el paraíso en el que tanto soñé”, dice un poema escrito el 28 de junio de 2006 por Eduardo Araya, un ovallino que batalló durante años contra una grave insuficiencia renal y que finalmente falleció hace unos días, dejando 2 hijos; Carmen Araya y Jonathan Araya, además de 3 nietos y una nieta.

    25 AÑOS DE DIÁLISIS

    Don Eduardo tenía diálisis los lunes, miércoles y viernes entre las 17 y las 22 horas. Su tratamiento se prolongó nada menos que 25 años. Su familia recuerda que hace cinco años El Ovallino le dedicó una artículo, en donde entre otras cosas, se mencionaba que era uno de los pacientes dializados con más sobrevida en la ciudad.

    “El hecho de dializarse día por medio, de estar en la máquina cinco horas, él nunca lo vio como algo malo siempre lo vio de forma de que gracias a eso, él al otro día podía hacer su vida normal. No lo vio como la mayoría de los pacientes que pueden pensar que es una ‘lata’ o un proceso esclavizante. Siempre lo vio con entusiasmo”, cuenta Carmen Araya, hija de don Eduardo.

    Tras el reciente deceso de su padre, ella pudo reafirmar aún más el espíritu optimista de su padre. “Vinieron las enfermeras y me dejó tranquila el hecho de que ellas me dijeran que él era no como cualquier paciente, sino  como uno muy especial porque siempre llegaba con su sonrisa, alegre, optimista, siempre echando la talla. Ellas lo querían mucho por eso porque nunca lo vieron triste o decaído a pesar de que a veces estaba de esa forma por su enfermedad porque tenía otras dolencias”.

    Carmen destaca que su padre pudo prolongar su vida a pesar del complejo escenario que le rodeaba, “él llegó desde Antofagasta dializándose. Él me dijo  que ninguno de sus compañeros de su época que se dializaban seguían vivos. De hecho él convivió 5 años con una señora que también se dializada y falleció al séptimo año, ahí fue cuando tomó la decisión de devolverse a Ovalle”, puntualiza.

    Su sobrino, Victor Malebrán Araya, destaca su positivismo frente a lo adverso. “Ahora último como no le circulaba bien la sangre se le murió un dedito. Entonces a él se lo cortaron, pero a pesar de eso siempre estuvo alegre”, declara.

    Pero don Eduardo no solamente debía lidiar con las complicaciones que la insuficiencia renal, sino que además se le había diagnosticado otras dolencias como silicosis, arritmia cardíaca, además de problemas con la baja de hematocritos en la sangre, por lo que constantemente debía estar tomando medicamentos para la anemia.

    LAS PASIONES QUE LO MANTUVIERON ACTIVO

    Sus cercanos destacan su pasión por la jardinería, lo que le permitía contribuir también al paisajismo en Ovalle. “Tenía un jardín aquí, sus plantas eran todo para él”, recuerda su sobrino.

    Por otro lado, su hija menciona que precisamente este espíritu alegre y optimista, sumado a su amor por la naturaleza, le habría permitido a su padre poder vivir más años de lo previsto. “Al principio cuando llegó a la ciudad, al frente (de su casa) había un parque, él salía regar las plantitas y de poquito empezó a plantar árboles y ahora están grandes y se ve lindo. Al principio nadie le pagaba por hacer eso y no sé después de cuánto tiempo empezó a trabajar con la municipalidad y le empezaron a pagar. Además hace cuatro años que tenía contrato con una empresa de paisajismo. Ganaba muy poquito en eso pero no lo hacía tanto por necesidad, lo hacía porque eso le alimentaba el poder estar activo. Estar con las plantas y los árboles igual le ayudaba a su salud”.

    Otra de sus pasiones, además de la jardinería, era la rayuela, sin embargo, debió alejarse de la disciplina precisamente por complicaciones de salud. “Hace como 3 años dejó de jugar porque sus deditos empezaron a encogerse, al parecer tenía artritis”.

    DECESO

    Finalmente el pasado lunes 13 de agosto don Eduardo partió a los 65 años. Carmen relata que además de la insuficiencia respiratoria, “le dio un accidente cerebrovascular en el tallo del cerebro, eso impidió que él volviera a reaccionar, fue súbito”. Ella añade que el día domingo (12) empezó a sentirse mal, no podía caminar y le dio un fuerte dolor de cabeza, “lo inyectaron para calmar la convulsión  que estaba teniendo y le pusieron otra hasta que lo estabilizaron, pero finalmente  después no reaccionó y si lo hubiera hecho su vida no iba a ser la misma. No había nada que hacer”.

    En torno a los últimos días de su padre, Carmen expresa que, “le cortaron un dedito porque se le echó a perder. Al principio él tenía miedo pero prefirió que le cortaran en vez de perder la mano. El viernes (10) fue normal a dializarse y estaba bien, el sábado también porque fue a una reunión del sindicato en donde estaba trabajando. El domingo lo llamé en la mañana y me dijo que se sentía mal pero que era producto de los remedios que se estaba tomando por el dedo”.

    Carmen destaca que su padre quiso seguir haciendo una vida normal pese a las complicaciones, y enfatiza en, “su espíritu de superación y de seguir haciendo cosas. Él no se quedó pensando, ‘tengo la enfermedad me cuido y no hago nada más’”.