“Nos sentimos orgullosas de esto”

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    El pasado miércoles 2 de agosto en el Museo del Limarí se llevó a cabo la inauguración de “Las Estaciones de Violeta”.

    Desde el  pasado martes 11 de julio la exposición “Las Estaciones de Violeta” comenzó su gira. Ya ha recorrido diversas localidades del país: partiendo por el Museo Gabriela Mistral de Vicuña. El 2 de agosto arribó al Museo del Limarí en Ovalle para quedarse hasta el domingo 13 de agosto. Luego se trasladará a Castro, Arauco, San Carlos, Llay-Llay, Pirque y Tocopilla.    

    “Las Estaciones de la Violeta” es una obra visual y literaria constituida por 12 arpilleras bordadas de gran formato, cada una acompañada de poesía popular en décimas. Una muestra en la que artista textil María Victoria Carvajal rinde homenaje a Violeta Parra. 

    Cabe destacar que la exhibición forma parte de las actividades de conmemoración de los 100 años del nacimiento de Parra, organizadas por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) y la Fundación Violeta Parra en el centenario de la gran creadora chilena.

    Con un equipo de 5 colaboradoras, María Victoria Carvajal retomó el principio creativo de las arpilleras bordadas de gran formato para mostrar la vida y el quehacer artístico integral de Violeta. Las arpilleras miden entre 124 por 146 cms. a 248 por 255 cms.

    Mientras se montaba la exposición y se afinaban todos los detalles para la inauguración del pasado 2 de agosto, parte del equipo detrás de esta emocionante muestra conversó con El Ovallino en el Museo del Limarí sobre diversos aspectos de “Las Estaciones de Violeta”. Carvajal y Susana Barrenechea se refirieron la importancia de la figura de la gran artista nacional, a lo que fue el proceso creativo y a lo que transmite cada una de las arpilleras que podrán ver el público local de forma gratuita.

    María Victoria ¿cómo se ha desarrollado tu relación con el legado de Violeta Parra?

    M.V.C: Soy conservadora y restauradora textil. Trabajé durante 18 años en el Museo de Arte Precolombino, ahí en algún momento habían llevado las arpilleras de Violeta para restaurarlas, pero finalmente fue algo que después no se hizo. Siempre estuve dedicada a lo textil, a la restauración de piezas arqueológicas muy antiguas, de 600, 800 y 1.000 años.  

    Mientras estuve en el exilio trabajé con un grupo de mujeres, hicimos arpilleras, las que tienen varias vertientes; una son las que iniciaron las bordadoras de Isla Negra- las que son de pequeños formatos- después las que surgen durante la dictadura – que son pañitos que se pegan y se arman las figuritas-se van uniendo a través del bordado. Otra de esas vertientes son las arpilleras de la Violeta, que son otra cosa. Ella trasciende con esto, no retrata la realidad sino que la muestra a través de sus emociones, esa es la gran diferencia. Para eso la Violeta necesitaba un gran espacio visual, por eso que hizo arpilleras más grandes. Ese tipo de arpilleras no ha tenido claramente una continuidad.

    Dirijo un centro textil  en Santiago que se llama “Arte Textil Pawllu”, en donde nos dedicamos a la investigación textil, creaciones y difusión, es decir, extensión del conocimiento en ese campo. Estamos orientadas fundamentalmente a lo andino y a lo Mapuche. El 2010 nos llegó una petición de la productora del cineasta Andrés Wood para hacer una reproducción de 6 arpilleras de Violeta Parra para la película “Violeta se fue a los cielos”. Nosotros aceptamos, tenía experiencia en eso porque cuando volví del exilio formé un grupo de arpilleristas, bordadores, pero de pequeño formato. Cuando trabajamos con las arpilleras de Violeta comprendí por qué ella necesito el gran formato. Ahí empezó la idea de hacerle un homenaje a través de las arpilleras. La película dio pie y abrió un camino, fue para nosotros y para mí muy importante,de hecho todo el equipo de Arte Textil Pawllu trabajó en esto.

    Recuerdo que fue un trabajo descomunal porque fueron 6 arpilleras en 2 meses y medio, estábamos locas, además que al principio no nos resultaba nada porque nos sentíamos como estar cometiendo un pecado al reproducir la obra de una artista como la Violeta, aunque estaba claro que eso era sólo material escenográfico, nada más, no le íbamos a dar otro uso y no se le ha dado otro uso. Teníamos un conflicto muy grande y sentíamos que la Violeta que tenía su carácter, estaba muy enojada. En algún momento “conversamos” con ella – de la forma que podemos hacerlo- y le dijimos que nosotros la respetamos, la admiramos mucho y que por favor bordara a través de nosotras.  Después de eso pudimos trabajar y salió muy bien. Cuando lo entregamos, lo fuimos a dejar al Club de la Unión  en donde se estaban filmando algunas escenas de la película. La gente se quedó muda cuando vio las arpilleras, porque ahí estaba la Violeta, aunque no son exactamente iguales ya que no utilizamos los mismos colores, eso era imposible, había transcurrido mucho tiempo y los colores de sus obras se habían desteñido, tenían reparaciones, las fotos que nos entregaron para hacerlas eran pésimas.

    Pero a pesar de esto ahí estaba la Violeta, para nosotros fue muy emocionante ese reconocimiento, más que el dinero porque fue muy poco (risas), pero meternos en el mundo de la Violeta fue muy enriquecedor y muy aleccionador porque aprendimos que la pasión y la perseverancia para un artista son fundamentales, el talento es importante, muy relevante, pero si no tienes pasión y no tienes perseverancia no llegas a ninguna parte y la Violeta fue un ejemplo constante de esa pasión y perseverancia, y cuando no pudo más se suicidó. Por eso surgió la idea de hacer un homenaje con esta exposición que se llama “Las Estaciones de la Violeta”, compuesta por 12 arpilleras. 

    ¿Cómo fue el camino para llevarlo a cabo y qué representa cada una de las piezas?

    M.V.C: El proceso creativo fue largo porque lo postulé 4 veces al Fondart – el 2012 lo postulé por primera vez- y en 3 ocasiones me lo rechazaron porque todavía existe el mismo drama con que chocó la Violeta; el academicismo. Esto para las personas que le tocó revisar, no era arte, entonces yo no lo podía postular como una obra de arte visual, lo consideraban como artesanía, no tengo nada en contra de la artesanía, pero me molesta esa situación.

    La idea fue hacer este homenaje a Violeta con arpilleras que reflejaran su vida y pensando mucho en “las Estaciones de Cristo” porque ella tenía un gran respeto por la religiosidad popular, por eso la bautizamos como “Las Estaciones de la Violeta”.  Después nos dimos cuenta que 12 estaciones eran muy pocas para ella, entonces creo que nos falta parte de su vida que habría que exponer. Estas arpilleras van acompañadas por décimas que son creación mía también, las que dan un contexto mayor de la arpillera.

    La primera arpillera es “el nacimiento”, que muestra que Violeta nace de una guitarra, la segunda es “la familia”, una campesina que está enraizada en la tierra y está representada en la arpillera por un árbol que florece, todos sus hermanos fueron artistas y  en general toda su familia, pero eran artistas pobres, acercándose al arte al cual ellos podían tener acceso, que eran fundamentalmente los circos. De esos hermanos los que más se destacan son Nicanor, Roberto, Violeta, Hilda.

    La siguiente arpillera se llama “regreso al sur” que cuenta al regreso de ellos, que eran del sur y se fueron a Santiago por su pésima situación económica – eran 10 hermanos- y tenían que regresar al sur. Es un regreso con las alas caídas, con la derrota de alguna manera, con la esperanza frustrada.

    La siguiente arpillera es “la recopilación, desenterrando el folclor”, que es cuando Violeta descubre el folclor y el canto campesino y ella entiende que esa es su misión de vida, en esa arpillera están los caminos que ella hace por Chile, está su ojo que lo observa todo.

    La otra es “canto a la pampa”, que muestra un viaje que hizo a la oficina salitrera, estuvo en Coya cantándole a los mineros, ahí surgió esta gran canción que se llama “Arriba quemando el sol”. Nosotros tratamos de representar ese viaje de Violeta desde otro ángulo.

    Después está su viaje a Arauco que también es muy fuerte, de ahí sale otra canción maravillosa que es “Arauco tiene una pena”, también nosotros tratamos de interpretar desde otra ángulo ese viaje. Después en otra arpillera está su lucha contra la burocracia cultural representada en los secretarios que “no la quieren”, como decía Nicanor.

    Después está “el regreso”, “RunRun” con la pérdida de este amor que fue tan grande para ella, después está la “decisión de su muerte”, el “adiós del pueblo”  y “la resurrección de la Violeta”.

    ¿Por qué es relevante que la comunidad limarina pueda venir al museo y ver esta exposición?

    M.V.C: Este proyecto se llama “Los Caminos de la Violeta”, el año pasado estuvimos en Coquimbo, en Temuco y en Santiago. Cuando postulamos este proyecto el Consejo (Nacional de la Cultura y las Artes) nos pidió incorporarlo a las actividades generales en homenaje a la Violeta.

    Estamos recorriendo los lugares por donde ella estuvo investigando, cantando o viviendo; son 9 lugares a través de Chile, desde Tocopilla hasta Castro.  Ahora, ¿por qué es importante?, la Violeta es nuestra más grande representante del arte popular en todo sentido, ella fue multifacética, fue multididacta, surgió del pueblo. Así que los jóvenes, las muchachas que tengan inquietudes artísticas tienen que ver en la Violeta un ejemplo a seguir y no amilanarse, no sentirse derrotado porque la Violeta surgió a puro ‘ñeque’, ojalá que para la juventud de ahora no tuviera que ser así, pero en muchos casos es así. Hay que buscar estos ejemplos maravillosos como el de la Violeta. Esta exposición produce mucha emoción en la gente.

    S.B: Esta exposición la debe ver la gente porque es espectacular, es grandiosa, uno mira y se ve un paisaje, un universo de colores, de formas, muy impresionante. Y si más, aún, se observa el detalle, el contenido, el poema, eso emociona. Es todo un conjunto  de cosas, es muy grande, es una gran exposición. Tuvimos una experiencia más bien ‘pobre’ en Santiago, fue poca gente a verla, hubiésemos querido que fuera mucha más.

    En Vicuña fue mucha gente, en Temuco igual, después de Ovalle partiremos a otros lugares, pero lo importante es que la gente venga tanto para conocer las etapas de la vida de Violeta Parra como para conocer una obra plástica, textil muy linda, muy grande, importante y valiosa. Cuando la hacíamos decíamos ‘esto va a dar que hablar’, y no es mentira, ha dado que hablar. 

    M.V.C: Que vengan también los niños. En Vicuña fueron mucho niñitos chicos, alguna persona podía pensar ‘¿y qué van a saber ellos?’, pero qué lindo fue, yo me emocioné profundamente porque enfrentarse a estos niños, a este estallido de colores, esas imágenes (…) Hubo gente en Temuco que de hecho fueron todos los días a ver la muestra y decían que siempre encontraban algo nuevo que no vieron  durante la visita anterior.

    Nos sentimos orgullosas de esto, cuando estábamos bordando una compañera dijo ‘creo que estamos haciendo algo grandioso’  y yo creo que en realidad así ha sido porque es muy profundo todo lo que encierra cada arpillera, cada décima que leen las personas. Todo es profundo, logramos conectarnos, nos sentimos.

    Este es un trabajo que  ha sido muy apoyado, creo que la Violeta convoca mucho porque  trabajamos 6 bordadoras pero el tiempo final -el año pasado en que teníamos que presentar esto- nos apoyó mucha gente, llegaron las mamás de nuestros alumnos, mis compañeras, amigas del equipo. Es un trabajo de autor pero enriquecido por todo el trabajo colectivo.