Riguroso protocolo argentino le impide despedirse de su fallecida madre

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    Un drama impulsado por la pandemia y salpicado por la burocracia, es el que está viviendo Erika Coria, a quien los tiempos en el papel le impiden realizar un acto tan humano como despedir a una madre en una ceremonia íntima.

    Erika lleva varios años trabajando en Ovalle, como vendedora en PlacaCentro, sin perder contacto con su familia que vive en Godoy Cruz, al otro lado de la cordillera, lugar al que espera volver en los próximos días, si logra flexibilizar algunas medidas oficiales.

    “Lo que estoy solicitando es poder llegar y hacer la cuarentena en la casa de mi mamá, y estamos esperando respuesta de parte de las autoridades argentinas. Hemos gestionado por varias vías, y estamos esperando a ver qué me responden. Yo apenas tenga respuesta buscaría la mejor opción de ir hasta Mendoza, ya sea en bus o en un vuelo”, indicó Coria a El Ovallino.

    El caso es que por normativa, al llegar al país vecino debe guardar dos semanas de cuarentena en un hotel, mientras transcurre el tiempo de entrega de los restos de su familiar.

    “Mi hermano está esperando a que yo llegue para poder culminar los trámites y porque debo ayudar económicamente en los procesos, debemos pagar una segunda parte para que nos entreguen los restos”, señaló.

    Fechas que no ayudan

    Comentó Coria que el protocolo informado es que a partir de la fecha de fallecimiento, la familia tiene de 10 a 15 días para cremar el cuerpo y recibirlo. Porque al fallecer con resultado de PCR Positivo, se debe guardar ese tiempo. La cremación –ya realizada- la costea la familia, aunque no tienen acceso al cuerpo de la persona, sino al momento de la entrega que sería a partir del 15 de octubre en adelante, hasta el 20 de este mes.

    “Si pudiera guardar una cuarentena de uno o dos días en la casa de mi mamá, podría coordinar la entrega y esperaríamos a estar juntos para recibir las cenizas, para organizar algún tipo de ceremonia religiosa en la intimidad familiar”, comenta, pero con una cuarentena de dos semanas es poco menos que impensable.

    La enfermedad

    La mamá de Érika entró a la clínica con un cuadro de neumonía, que derivó en una complicación y en una insuficiencia renal crónica.

    “Ella tenía controles cada dos meses, por su condición de enferma renal y al no poder hacerse sus chequeos de seguimiento por la pandemia, se descompensó, y cuando pudo ingresar a la clínica tenía muy elevados los valores de creatinina. Nefrológicamente ella desmejoró muchísimo. Por la neumonía le empezó a faltar el oxígeno, por lo que la conectaron a un respirador y los medicamentos que le estaban surtiendo efecto para controlar la neumonía le comenzaron a afectar los riñones. Después de nueve días colapsó, le dio un paro multiorgánico y falleció”, relata la trabajadora.

    Explica que en un principio les dijeron que no era covid-19, que su primera prueba había salido negativa y que al ser un cuadro de neumonía podría ser más controlable.

    “Un día nos avisaban que estaba todo bien, al día siguiente, nos decían que se iba complicando, así pasaron varias jornadas. Luego nos indican que el PCR había salido positivo y como estaba aislada, por prevención a mi hermano no lo dejaban entrar”.

    Estuvo nueve días hospitalizada, falleciendo el 5 de octubre a las 5.30 de la tarde, en la clínica Santa Clara de Godoy Cruz.

    El incierto viaje

    Otra de las limitantes es no poder saber cuándo habilitarán el paso a Mendoza y no contar con la certeza de una cuarentena que le permita estar con su familia.

    Aseguró que está dispuesta a cumplir con cualquier requisito que le impongan, sabiendo que debería llevar mínimo una prueba PCR Negativa, pero hasta ahora no hay opciones que le permitan esperanzarse en una salida.

    “Yo esperaba que me dieran opciones, pero hasta ahora no he podido hacer planes porque no tiene sentido que me vaya y pase todos los días de viaje en una cuarentena obligada en un hotel”.

    Su despedida se mantiene en expectativa.