“Tu profesión es ser cocinero, cuando estudias gastronomía y te dedicas a esto, eres cocinero”, dice claramente Eugenio Melo, a quien las luces y las cámaras de televisión no le encandilan su humildad y su espíritu ovallino. Explica sin embargo que luego de ciertos años dirigiendo tras un fogón, es normal que los mismos pares y los más jóvenes te empiecen a llamar chef, ya que de alguna manera le estarían confiriendo un grado de respeto.
Melo visitó Ovalle en esta oportunidad para participar en diversas actividades, invitado por Sercotec y en alianza con otros organismos públicos y privados para explicar su punto de vista acerca de cómo debe ser el proceso gastronómico, dentro y fuera de la cocina.
“Vengo a contar una mirada propia, pero que está muy asociada a la tendencia actual de respetar y poner en valor los productos locales, y eso lo pusimos en la mesa en una conversación con alrededor de 180 personas en el auditorio de la Gobernación entre quienes se encontraban emprendedores, estudiantes, gente ligada al negocio gastronómico, y allí expliqué bajo mi mirada, y lo creo de verdad, que el sentirse orgulloso de tus productos, de los que se producen en tu zona según sus condiciones geográficas y climáticas, es la forma también de vender tu zona, es una herramienta de marketing y de turismo”.
En la actividad explicó cómo muchos países y regiones han hecho de sus productos de cosecha local su destino turístico, indicando que los turistas en muchos lugares se mueven por las guías, ya que van buscando los lugares que son respetuosos con la comida sustentable, el ambiente, los productos locales y con la pesca responsable, entre otros factores.
“Cada vez más la tendencia va a que los turistas que son exigentes van buscando ese tipo de lugares. Perfectamente la provincia de Limarí y la comuna de Ovalle pueden transformarse en ese tipo de destinos, ya que tiene todas las condiciones para hacerlo”.
También tuvo una clase de cocina muy práctica donde preparó productos de la zona con estudiantes de la ciudad.
“Vamos a entender que hacer gastronomía local no significa sólo tomar la receta de la abuelita y desarrollarla, sino tomar productos locales y llevarlos a un plato de cocina internacional preparados de manera que le saquemos el mejor provecho a ese producto”.
El producto local
Indica Melo que un producto local no sólo debe cumplir con ciertos requisitos de sabor, textura o color, debe tener también propiedades comerciales desde su producción o cosecha.
“Para que un producto lo podamos definir como un producto utilizable en términos comerciales, tienen que existir proveedores que sean capaces de entregártelo, y que tengan un mínimo de condiciones sanitarias, iniciación de actividades, que puedan dar facturas, y una serie de condiciones que tienen que ocurrir para que un producto local se transforme en un producto comercializable, de lo contrario queda sólo como un producto exclusivo, casi casero”.
Puso como ejemplo el camarón de río, que es un producto que cuesta cada vez más encontrarlo porque no es fácil, indica, porque la mayoría de los proveedores sean informales, y que aunque el producto que es una maravilla en términos gastronómicos, tal vez no puedan ponerlo adelante en la fila porque hay otros que tienen mejores condiciones comerciales para poder contribuir al desarrollo local.
“El queso de cabra es identitario de nuestra zona, ya que se entiende que el queso de cabra ovallino es de alta calidad, y si está trabajado de manera higiénica y cumple con las normativas sanitarias se transforma en un producto maravilloso en el mercado, y no sólo en el nuestro sino a nivel nacional”.
También se refirió a los ostiones de la costa que se dan en un volumen importante, y que tienen ya una formalización como producto, y al cabrito que es una de las carnes que pueden transformarse también en un producto comercializable en masa.
“También he encontrado bastante desarrollo en lo que son los granos y las harinas a base de esos granos: de quinua, de arvejón, de habas, que son productos muy ventajosos porque no tienen gluten, como la harina de trigo, y pueden ser una muy buena opción”.
En un futuro cercano
Consultado sobre cómo ve a Ovalle en un futuro cercano, estimó que ha visto un buen trabajo en el camino hacia la consolidación de un menú muy ovallino. “Estoy seguro que si se toman buenas decisiones, entre los organismos públicos y privados, entre los organismos locales, con decisiones y acciones viables, si se empiezan a tomar acciones concretas, nos vamos a dar cuenta que hay posibilidades de ‘creerte el cuento’ de estar seguro que podemos demostrar a un turista los valores del Limarí y que en unos cinco o siete años más la situación va a estar mejor porque el trabajo que se está haciendo va por ese camino”.
En materia turística explica que las personas se quedan en un lugar tantos días como atractivos turísticos tenga el lugar. “Yo creo que Ovalle da fácil para cinco días sin ningún problema, entre los embalses, el parque Fray Jorge, el Valle del Encanto, y con sus productos locales y viñas, es para armar un circuito turístico bien interesante”, puntualizó.
Con Ovalle en el paladar
Como ovallino y sin dejar pasar su visita a su terruño, Melo se subió en el tren de la nostalgia, para regresar a su niñez y juventud y recordar esos sabores que lo llevaron a iniciarse en el mundo de los fogones.
“Hay como dos o tres sabores que son los que siempre recuerdo: uno de ellas es el queso de cabras, mi mamá siempre que me visitaba en Santiago me llevaba queso de cabra, y transformó a mis hijos en ovallinos por su preferencia al queso de cabra. A ellos les encanta. Y recuerdo especialmente un sabor que hacía mi abuelita que ponía un trozo semimaduro en el tostador, y cuando se doraba por un lado y lo daba vuelta, era una maravilla”.
También recuerda el sabor de los camarones de río, indicando que “es el verdadero sabor de los camarones”, pues al probar otros de diferentes latitudes se da cuenta que su sabor es un poco más flojo, mientras que el de Limarí tiene un sabor intenso a crustáceo y a camarón.
Con respecto a la transformación de la ciudad, alguien que la ves desde fuera y que la visita por temporadas, pero que la siente en el corazón, admite que le duele un poco perder esa vida provinciana, de familiaridad campesina y de cordialidad rural que tuvo la ciudad hace algunos años atrás.
“Me duele un poco, pero es parte del avance y la modernidad de las ciudades, pero no me gusta ver cómo las grandes empresas aplastan a las más pequeñas. Me agradaba ver a empresas locales, de ovallinos, de toda la vida, y muchas de esas ya no las veo, ya no existen. Eso me da un poquito de pena, pero es parte del desarrollo. Pero en términos optimistas, es una ciudad que se desarrolla, que crece, que está más linda. A mi familia que no es ovallina le ha encantado”.