Lo lograron. Ocho atletas tomaron el desafío de cruzar el valle de Limarí y demostrar las bondades naturales del territorio a través del deporte. Fue un trazado que no estuvo exento de complicaciones, pero con fuerza y entereza superaron los 130 kilómetros de ruta.
El gestor de todo esto fue Omar Navea. El ovallino se inspiró en el Cruce Los Andes que él corrió en el mes de febrero. Esa competencia unía las ciudades de La Serena y San Juan en Argentina, donde los valientes corredores debían reflejar su buen estado físico y superar las condiciones climáticas que la naturaleza les deparó.
En aquella ocasión conoció a otros valientes que como él quisieron vencer sus propios temores y correr hasta no dar tregua.
“Todo nació como una locura después de haber cruzado el Cruce de los Andes hasta Argentina. Un día decidí correr hasta Carén desde Ovalle. Eso fue una locura cerca de 70 kilómetros. Algunos atletas escucharon mi idea y me dijeron que me iban a acompañar.
Después esa idea llegó a oídos de la autoridad y decidimos hacer algo en conjunto y grande, ya que serían muchos los interesados, con atletas de élite para resaltar las bellezas de nuestro valle”, recuerda Navea.
El inicio del 'famoso'
El Cruce Extremo Valle de Limarí comenzó a 2.500 metros sobre el nivel del mar, en la localidad de Carrizal, interior de la comuna de Monte Patria. Un comienzo solo para expertos donde Jonathan Pérez y Rodrigo Bugueño eran los más aptos para superar la altitud del lugar.
Rodrigo es el de la experiencia, ya que es andinista. “Me ayuda bastante para tomar los tiempos como corresponden, no apurarme, ya que correr en montaña es distinto a correr en llano, en la Cordillera no se puede correr fuerte”, comenta.
Pero el coquimbano no quería perderse por nada del mundo esta carrera. Presenció cómo el mar se recogía por el posterior tsunami mientras entrenaba en la orilla del mar en septiembre pasado, lo intentaron asaltar y fue portada del diario El Día cuando sorteaba la primera lluvia del año, también mientras entrenaba.
“Para esta maratón me ocurrieron varias cosas significativas. El terremoto me pilló a la altura del Casino de Juegos así que tuve que devolverme corriendo por la Avenida del Mar y correr hasta mi casa en Coquimbo. Vi todo cuando se recogió el mar”, dice.
Los rodados tras el terremoto le pasaron la cuenta, ya que en el primer kilómetro de la carrera sufrió una fea caída que lo llevaron a solicitar atención médica siete kilómetros más tarde.
“Este cruce no debía perdérmelo. Entonces sufrir por un golpe y salir por aquello no tenía sentido y yo debía seguir por las cosas que sufrí antes de llegar esta competencia”, afirma Rodrigo.
Los 33 kilómetros los corrió junto con Jonathan Pérez hasta llegar a la localidad de Tulahuén, quien proveniente de Santiago no se achicó ante las montañas que habían a su alrededor.
“Mi trazado fue duro, nunca había corrido en tierra, en cerro, y fue más difícil, tuve que seguir un par de kilómetros solo hasta que se reintegró. Por suerte a nosotros nos acompañó el clima, ya que a tempranas horas no hacía mucho frío ni menos calor, pero al resto de los compañeros sí los afectó”, asegura.
El capitalino debió ser atendido por personal médico tras finalizar su trazado. La altura le jugó una mala pasada, se descompensó y le administraron suero. Esta prueba era solo para aptos y hasta el momento así lo demostraban.
Los emocionantes metros del gestor
Los 17 kilómetros restantes entre Tulahuén y Carén fueron para el organizador. Navea se dejó querer en su territorio. Dice que conoce su tierra, la recorre en varias oportunidades para entrenar y que el apoyo de los habitantes lo invitaban a correr con hidalguía por los polvorientos caminos.
“Carén es mi pueblo y me encontré con muchas personas en el camino con caravanas que se fueron uniendo, familias, niños, abuelos y fue emocionante encontrar gente con banderas”, cuenta.
Omar fue sorprendido por un grupo de niños a falta de dos kilómetros para finalizar su recorrido. Todos vestían iguales, uniformados. Todos ellos querían acompañarlo en sus últimos metros.
“Dije ‘estos kilómetros los disfruto’, bajé mi ritmo para ir corriendo con ellos”, cuenta y tras la llegada a la meta las lágrimas y la emoción lo embargaron.
“Cuando iba llegando a mi pueblo sonaron las campanas de la capilla, llegué a la meta llorando de emoción y en la meta había muchas personas con globos, pancartas, lienzos, banderas. Y fue maravilloso, todos los atletas quedaron fascinados con la recepción de la gente, me hizo un reconocimiento pero esa llegada. Fue maravilloso”, recuerda con el pecho inflado.
David Jara tomó el relevo. El santiaguino tiene experiencia en rutas similares. Al igual que Bugueño corrió el Cruce Los Andes con gran rendimiento y esta carrera sería su primera experiencia en la zona de los valles generosos.
El entorno es súper distinto a los otros que me ha tocado competir, he corrido en otros lugares, pero correr aquí es impagable en el valle del Limarí, es otra cosa, es la gente que te salga a recibir y nunca lo he visto en otro lugar. Eso me gustó mucho y voy a tratar de venir si es que se vuelve a hacer el próximo año.
Los 15 kilómetros fueron una diversión para Jara, quien con su frondosa barba eludió los efectos del calor que hasta esa hora se dejaban caer entre Carén y Chilecito. Al igual que en Carén, Chilecito se transformó en una parada obligada. Los habitantes salieron a recibir a los atletas como si llegara el Papa. Ah, y por supuesto en el recibimiento no podía quedar fuera el mote con huesillos y las frutas de la comuna, aspecto infaltable en las localidades del interior de Monte Patria.
El corredor: ejemplo a seguir
La posta la recibió el coquimbano Víctor Rojas. Oriundo del sector de Tierras Blancas el fondista llegaba con varios inconvenientes al Cruce Valle de Limarí. En lo deportivo, Víctor venía de competir en los Juegos Deportivos Nacionales en Santiago, arrastraba una lesión y una semana antes permaneció en cama superando un fuerte resfrío. Sin embargo, no quiso quedarse al margen de la carrera.
En lo personal, sufrió la pérdida de su entrenador Ricardo Sagua, quien lo levantó, lo formó y lo impulsó en el deporte.
“Yo tuve un gran entrenador que se llamaba Ricardo Sagua, quien me llevó a quedar quinto a nivel nacional.
Él fue un padre para mí, él me sacó de la calle, de lo malo, con el apoyo de mis padres Juan Rojas y Ana Gallardo, y gracias a ellos soy la persona que soy hoy en día, un deportista. Él me enseñó todas las técnicas en 800, 1.500, 3.000, 5.000 y 10.000 mil metros planos. Esto es una demostración de todo lo que me inculcaron en la vida y ahora yo sigo el mismo camino, sigo el camino de Ricardo Sagua, estoy entrenando a niños”, contó.
Cuando finalizó su recorrido en la Plaza de Armas de Monte Patria, se arrodilló, como conectándose con su otrora entrenador. Las lágrimas y la emoción tenían dedicatoria.
Víctor vivió hasta su adolescencia en Tierras Blancas. Allí conoció la delincuencia y la drogadicción deambulaba por su entorno. Junto a su familia decidieron trasladarse a otro sector de Coquimbo tratando de olvidarlo todo y cambiar. Fue en ese momento que conoció al adiestrador, quien cambió el rumbo de su vida.
“Yo conversé con Víctor y me dijo que se supiera que nació en una población marginal de Tierras Blancas dónde lo apuntaban con el dedo, conoció las drogas y la delincuencia, pasaba peleando hasta que su papá decidió irse a vivir a Coquimbo y allá conoce al entrenador Ricardo y al mismo atletismo. Es un ejemplo a seguir”, cuenta Omar.
Los últimos kilómetros
Hasta la localidad de Carachilla corrió el montepatrino Ignacio Pastén. Tan rápido fue su inició que la misma custodia motorizada policial no se percató de su veloz arranque.
“Me tocó mucho viento y me tocaron tres subidas que me costaron mucho. Esta competencia probó la resistencia de cada corredor para enfrentar su trazado, ya que si se demoraban más era muy probable que estarían mayor tiempo expuestos al sol, y acá afecta mucho eso”, dijo Ignacio.
Los kilómetros finales fueron para Manuel Castillo y Eric López. Allí se vivió el trazado más emocionante. Cuando se aproximaban a Los Peñones, la totalidad de los corredores se sumaron a la dupla. Había que finalizar los 130 kilómetros unidos, incluso al pisar la calle Vicuña Mackenna y acercarse a la meta en la Plaza de Armas, todos la cruzaron agarrados de las manos.
Así coronaron una loca travesía, con la finalidad de mostrar el valle de Limarí y otorgar sonrisas a los habitantes afectados por el último terremoto.
“La idea primordial era esa, dar alegría a los pueblos y se vio en la ruta que los pueblos estaban unidos, nos recibieron bien, con música, frutas y también nos mueve ese reconocimiento de la gente. Nosotros corremos para darle alegrías a la gente que lo pasó mal tras el terremoto”, comentó López.
Autoridades de las comunas de Monte Patria y Ovalle reconocieron la gesta de los deportistas, los premiaron y felicitaron, agradeciendo el espíritu deportivo, que más allá de ser una actividad física, entregaron valores con el solo hecho de correr.
“Hay gente que quedó fascinada con el valle que incluso dijeron ‘yo me vengo a vivir acá’ y la gente nos pedía que volvamos pronto hacer otra actividad similar. Ese fue un éxito”, cerró Omar.
El organizador quiere volver hasta Carén, pero ahora para motivar a los habitantes a hacer deporte a través de una corrida familiar, donde los premiados sean la gente, aquella que sobrevivió un terremoto y sigue con la sonrisa de oreja a oreja para quienes se acuerdan de ellos.